domingo, 9 de mayo de 2010

Donde se encuente un buen libro...

Puesto a escudriñar los horizontes culturales construidos a partir de los avances tecnológicos, me he encontrado en YouTube un vídeo que me ha llamado poderosamente la atención. Lo comparto con los tres lectores y/o lectoras de este blog, con la esperanza de que lo encuentren tan provocador como me lo pareció cuando lo vi por vez primera:



Tal como lo expresara el filósofo y lingüista estadounidense Walter J. Ong (1912-2003): el descubrimiento de la escritura involucró una radical revolución tecnológica (Orality and Literacy: The Technologizing of the Word, 2ª ed., Routledge, Nueva York, 2002). La escritura ciertamente puede calificarse en tales términos porque requiere un empleo habilidoso de ciertas herramientas (tinta, pinceles o plumas, entre otras) sobre superficies cuidadosamente preparadas (por ejemplo, tablillas de arcilla o madera, pieles o papel). Las palabras, sin escritura, carecen de presencia visual: mueren en el momento en que son pronunciadas. La escritura, por el contrario, les proyecta más allá del presente efímero: asegura su perdurabilidad, su potencial para volver a vivir dentro de un número ilimitado de contextos (tantos como lectores han existido, ahora y siempre). Ya no nos asombran los libros, cuando en realidad son probablemente uno de los mayores avances tecnológicos de la humanidad: la condición que ha permitido la transformación y evolución de los paradigmas históricos en que se expresan los distintos saberes humanos.

Jorge Luis Borges imaginaba el paraíso como una especie de biblioteca. El pintor Carl Spitzweg (1808-1885) probablemente encontraría risible semejante pretensión, como podemos apreciar en su cuadro titulado Der Bücherworm (que podemos traducir literalmente como "El Gusano de Biblioteca", aunque en castellano la expresión pertinente al caso sería ratón de biblioteca, referida a una persona que devora los libros): el consumo excesivo de la palabra impresa, parece decirnos Spitzweg, nos coloca en una precaria y negligente situación, enfrascándonos en una esfera alejada de la realidad. No obstante, en este distanciamiento de la realidad (e imagino que incluso cualquier hipotético gramatólogo que se cruce con estas líneas estará de acuerdo conmigo en este tema) radica el milagro de los libros, que permiten propalar  el saber y la belleza a pesar de la ausencia del autor. Detrás de los proverbios, los axiomas y la especulación filosófica que han llegado hasta nosotros (y que se continúan construyendo a diario, y que sin duda llegarán más allá de nosotros) se encuentra la experiencia humana pasada, diseminada a lo largo de los siglos e inmersa en una trama narrativa transmitida, por medio de los libros, de generación en generación. Frente al socarrón pincel de Spitzweg me quedo, entonces, con Borges, y concluyo con sus amorosas palabras sobre la palabra escrita e impresa: «De todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación».

6 comentarios:

  1. Tu sabes que compartimos el gusto por la lectura y los libros. Pero mi naturaleza de completa orientación tecnológica, me lleva a admirar el Kindle, que ya tuve en mis manos. Me parece una maravilla para la lectura, la pantalla opaca hace que la lectura sea equivalente a las hojas de un libro. Basta un clic para avanzar la siguiente página, además de permitir llevar contigo de manera sencilla muchos más libros de los que podrías cargar en impresión tradicional. Además de ser amigable con el ambiente, ya que se evita la tala de árboles que significaría imprimir esos textos ;)

    http://www.amazon.com/

    ResponderEliminar
  2. Claro, maestro... he escuchado muchas loas al dispositivo conocido como "Kindle". Confieso que, en lo personal, no le veo con mucha simpatía por una razón concreta: a mediados de 2009, Amazon borró en forma remota "Animal Farm" y "Nineteen Eighty-Four" (¡vaya ironía!), entre otras obras, supuestamente porque los derechos de autor (en este caso, de George Orwell) habían sido violentados. Es inevitable sentir cierto escalofrío al advertir que el distribuidor puede anular la adquisición de un texto en términos tan leoninos. Como bien sabes (en ello radica el morbo de este asunto), específicamente estos dos libros constituyen sendas críticas al totalitarismo. Quizás el asunto entero haya obedecido a una mera coincidencia o un error, pero aún así anticipa lo que puede llegar a suceder si no tratamos este asunto con cuidado. Me parece que no es sano que Amazon juegue un papel tan relevante como lo hace hoy en día en la distribución de la palabra impresa, y juzgo francamente peligroso que disponga de tan abrumadora mayoría del mercado en sus versiones electrónicas. La libertad de pensamiento y prensa se garantizan mediante la pluralidad en editores y distribuidores: si, en general, los monopolios son fundamentalmente injustos, en este caso nos jugamos nuestras libertades fundamentales si contribuimos a su fortalecimiento.

    ResponderEliminar
  3. Yo creo que se trató de un auténtico problema de derechos de autor y no una conspiración. Acabo de revisar en Amazon, ambos disponibles sin mayor problema, en versiones impresas y para Kindle. Hasta ofrecen la edición donde ambas obras vienen en un solo libro. Habremos de reclamar a los dueños de los derechos de autor. La promesa de Amazon es tener para el año en curso, todo su catálogo, al menos en inglés, disponible para descarga en Kindle. Estoy de acuerdo contigo, mientras se limiten a distribuir, es algo bueno. Pero es el mismo riesgo con las librerías y editoriales, encuentras solamente lo que desean entregar, el control no es mayor por ser medio electrónico, que el tradicional de censura que pueden ejercer los grupos de medios o los gobiernos. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. El peligro, maestro, reside en que el distribuidor tiene a su disposición medios técnicos para retirar libros de tu biblioteca virtual. En la parte de mi fragmentada biblioteca que tengo en Aranjuez (la mayor parte, como sabes, reside en México), el "Manifiesto Comunista" yace en el estante contiguo al "Mein Kampf", y entre uno y otro John Stuart Mill y John Rawls desglosan las razones de la libertad... pero ningún distribuidor (por cualesquiera razones) mete sus garras en las estanterías. El que Amazon haya osado hacerlo por una vez (que hayan sido precisamente los libros de George Orwell los involucrados en este asunto es, sin duda alguna, una desafortunada coincidencia) debe ser motivo suficiente para jamás volver a confiar en la empresa como depositaria de tus libros. En efecto, Amazon pidió disculpas y regresó los libros... pero, en vista de lo que se encuentra en juego, no me parece suficiente.

    ResponderEliminar
  5. Solo para dejarlo documentado, una vez que está en mi biblitoteca virtual, está fuera de sus garras. Si pagas por un libro y lo tienes descargado, puedes respaldarlo en el medio magnético de tu preferencia, fuera del alcance de los peligrosos apetitos de censura del distribuidor.

    ResponderEliminar