domingo, 11 de abril de 2010

El Retorno del Unicornio Azul: Socialismo y Libertad

No me avergüenza confesarle al mundo entero (bueno... de vez en cuando, cierta megalomanía resulta sana... pero, en aras de la precisión, rectifico: a los tres lectores de este blog) que Silvio Rodríguez representa uno de los grandes referentes en mi iconografía política y cultural. Entre las dedicatorias de mi tesis de licenciatura, hay una dirigida a él. «A Silvio Rodríguez Domínguez», puedo leer en aquel texto que escribí prácticamente diez años atrás, «porque el espíritu de su música está impreso en cada rincón de mi pensamiento». Silvio, amo de las palabras: siempre parecía tener alguna a mano para dar cuenta de mis amores, mis iras, mis ansias de justicia y de revolución. Cuando vine a España, rehusé vehementemente lastrar mi equipaje con música ranchera y/o sones de mariachi, según aconsejaban (con toda buena fe, eso sí) muchos de mis compatriotas patrioteros. En cambio, en el salto sobre el Atlántico me acompañó la colección (casi) completa de obras de Silvio Rodríguez, con algunas muestras selectas (debidamente enriquecidas más tarde, a lo largo de mi larga estancia en Europa) del genio de Bach, Beethoven, Schubert o Mozart. Puedo asegurar que, a la fecha, me siento enteramente satisfecho por aquella decisión.

El pasado 26 de marzo, durante la presentación en La Habana de su último disco -titulado Segunda Cita-,  Silvio  (tan cercano ha sido a mi vida, que me resulta virtualmente imposible eludir la familiaridad cuando me refiero a él) reconoció que Cuba «pide a gritos» una profunda transformación de su régimen socialista, aunque también aseguró que sigue teniendo «muchas más razones para creer en la revolución que para creer en sus detractores». Según indicó Silvio, «este es un momento en que sí, la revolución, la vida nacional, el país pide a gritos una revisión de montones de cosas (...) desde conceptos hasta instituciones».

Al igual que Silvio, Pablo Milanés ha intervenido recientemente en el debate sobre la necesidad de un cambio en Cuba con opiniones muy francas. Desde España, Milanés reclamó en los primeros días del propio mes de marzo que su país «avance con ideas y hombres nuevos» y haga «otra revolución», ya que «el sol enorme que nació en el 59» se llenó de manchas al «ponerse viejo». Ahora más que nunca -en vista de desastres inminentes como los que se barruntan en el experimento venezolano- es preciso prestar oídos atentos a estas voces, que (cada una a su manera) nos advierten que no hay socialismo posible sin respeto a las libertades fundamentales: la personal (que incluye los derechos a no ser detenido arbitrariamente y a ser juzgado conforme a los principios del debido proceso); la de prensa y opinión; la de reunión y, finalmente, la de asociación (por virtud de la cual es factible constituir aquellas agrupaciones que, como los sindicatos o los partidos, constituyen una de las principales garantías del pluralismo político).

Precisamente, la necesidad de rescatar la utopía y revivir los viejos (y justos) ideales socialistas al reconocer, con valentía, que es necesario revisar las vías y los medios autoritarios que fueron empleados para su instrumentación en Cuba, ha sido bellamente expresada por Silvio en una canción titulada «Sea Señora». Desde mi punto de vista, en este tema Silvio retoma con renovado espíritu revolucionario su propuesta poética original. El Unicornio Azul ha vuelto, y se dirige a nosotros en los siguientes términos:

Sea señora la que fue doncella.
Hágase libre lo que fue deber.
Profundícese el surco de la huella;
reverdézcanse sol, luna y estrellas
en esta tierra que me vio nacer.

A desencanto, opóngase deseo.
Superen la erre de revolución.
Restauren lo decrépito que veo,
pero déjenme el brazo de Maceo
y, para conducirlo, su razón.


Seguimos aspirantes de lo mismo
que todo niño quiere atesorar:
una mano apretada en el abismo,
la vida como único extremismo
y una pequeña luz para soñar.


Las fronteras son ansias sin coraje.
Quiero que conste de una vez aquí.
Cuando las alas se vuelven herrajes,
es hora de volver a hacer el viaje
a la semilla de José Martí.



El sueño no ha perdido su encanto: las cuentas que tenemos pendientes con la justicia bien justifican que, hoy como el 21 de febrero de 1848 (fecha en que se publicó el Manifiesto Comunista), podamos afirmar que el fantasma del socialismo recorre el mundo. No obstante, el hecho de reconocer los innegables horizontes utópicos que históricamente representó el socialismo –y que aún proyecta para muchas personas- no debe hacernos perder la necesaria distancia crítica para imponer un juicio de desvalor sobre sus vertientes autoritarias. Sería una necedad negar a estas alturas del siglo XXI que, en aquellos casos en que se descuidó el delicado equilibrio entre la libertad y la igualdad, el buen lugar (esto es, la eu-topía) que anunciara el socialismo ha trocado en una pesadilla. La democracia puede prescindir del capitalismo, pero no de las libertades fundamentales.

Cuando las alas se vuelven herrajes, Silvio opta por José Martí. Sin menospreciar su elección (¡cómo no rendirse ante Martí!), empero, yo prefiero volver mi mirada hacia Ernst Bloch, filósofo marxista de la esperanza y la utopía que, en los tiempos duros de la Guerra Fría y la Unión Soviética (esto es, cuando realmente resultaba riesgoso sustentar semejantes puntos de vista) afirmara que «la bandera de los derechos humanos tiene que ser por doquiera la misma, tanto la que alzan los trabajadores como derecho de resistencia en los países capitalistas, como la que enarbolan en los países socialistas como [medio para] la construcción del socialismo, como derecho e incluso obligación a la crítica de esta construcción». La promesa del socialismo sólo vale en la medida en que haga efectiva la aspiración de una efectiva igual libertad para todos: una liberación de la opresión causada por la desigualdad económica y sus efectos, pero también de la enajenación impuesta por los tiranos de cualquier cuño (aunque se llamen a sí mismos «socialistas»).

1 comentario:

  1. Lástima que el querido Silvio "matizara libremente" sus comentarios

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