viernes, 9 de abril de 2010

Minúsculos Agujeros Negros (y otros que no lo son tanto)

Esta semana, el Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés) ha vuelto a hacer saltar las alarmas apocalípticas. Una de las preocupaciones más extendidas entre algunos sectores de la opinión pública sobre este dispositivo situado entre Suiza y Francia es la posibilidad de que forme un agujero negro que atraiga toda la materia a su alrededor y pueda destruir el planeta. Aunque esta teoría es rechazada por la aplastante mayoría de la comunidad científica, recientemente ha recibido renovados impulsos: los investigadores Matthew Choptuik (University of British Columbia, Vancouver) y Frans Pretorius (Princeton University, New Jersey) aseguran que las ecuaciones en su día formuladas por Albert Einstein confirman que es posible que un agujero negro aparezca durante las colisiones de partículas a muy alta energía que prepara la llamada «máquina de Dios».

Los susodichos agujeros serían muy pequeños y difíciles de detectar. Además, se evaporarían casi al instante, lo que hace aún más difícil notar su presencia. Según los autores de la investigación (publicada hacia mediados de marzo en la revista Physical Review Letters), la búsqueda de tales agujeros debe enfocarse sobre los escombros que salen disparados de las colisiones. Para descubrirlos, los científicos deberían estar atentos a la presencia de formas esféricas.

Quizás pueda parecer irreverente, pero la descripción del fenómeno me ha hecho pensar en los agujeros    portátiles marca Acme con los que Wile E. Coyote infructuosamente intentaba, una y otra vez, reducir al indómito Correcaminos. No cabe duda: el mundo es mágico y multicolor, de modo que la realidad constantemente supera los más alocados productos de nuestra imaginación.

Los agujeros negros portátiles del LHC han arrebatado protagonismo a otros oscuros abismos que indudablemente resultan más peligrosos. Y es que esta  misma semana Lloyd Blankfein y Gary Cohn, voceros del gigante financiero Goldman Sachs, han negado vehemente en una carta dirigida a sus accionistas que dicha institución haya apostado en contra de sus clientes para incrementar sus dividendos, o que se haya beneficiado con el dinero público del rescate financiero pagado por el gobierno de los Estados Unidos de América.

Goldman Sachs cerró el pasado ejercicio con unas ganancias de 13.400 millones de dólares (9.500 millones de euros), de las que 4.950 millones (3.510 millones de euros) corresponden al cuatro trimestre. Este holding bancario (estatus que adoptó en otoño de 2008 para beneficiarse de las medidas de rescate de la Reserva Federal y el Tesoro) facturó en 2009 -el año de la gran recesión- 45.170 millones de dólares (32.043 millones de euros). Es (junto a JP Morgan Chase) la institución financiera que mejor ha sorteado la crisis: incluso aprovechó el clima adverso para hacer dinero. La entidad recibió 10.000 millones (7.093 millones en euros) del fondo de rescate financiero, que se apresuró en devolver para liberarse de las restricciones que le imponía el Tesoro de EE UU.

Ahora, la firma destinará 16.200 millones (equivalente al 36% de sus ingresos) a pagar las remuneraciones de sus directivos y altos ejecutivos. De ahí la insistencia de sus lacayos en lavarse las manos: a toda costa pretenden evitar que se haga evidente que las instituciones que recibieron ayudas públicas hacen dinero y pagan primas a sus empleados con lo que salió del bolsillo del contribuyente, mientras el desempleo, los embargos judiciales y los desahucios se ceban de millones de familias.





Así son los agujeros negros producidos por el capitalismo. Enormes, voraces, crueles. No obstante, intentemos ver las cosas por el lado positivo: para detectarlos, no es preciso un sofisticado instrumento como el LHC. Basta con un poco de conciencia. Y, para eliminarlos (si sabemos organizarnos adecuadamente), es más que suficiente el ejercicio de la ciudadanía.

PD. Para el caso en que Choptuik y Pretorius lleven razón, creo que más vale prevenir que lamentar, tal como aconseja el refrán valenciano oportunamente invocado a este respecto por un buen amigo: "Folleu, folleu qu'el mon s'acaba"...

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