lunes, 17 de mayo de 2010

El Presidente Cansino

Este fin de semana una palabra me ha rondado la cabeza. Cansino. Según el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia, cansino es aquel «hombre» o «animal» que «tiene su capacidad de trabajo disminuida por el cansancio», o que «por la lentitud y pesadez de los movimientos revela cansancio». Asimismo, dicha voz puede emplearse como adjetivo para calificar a un individuo «cansado, pesado». La imagen del presidente mexicano, Felipe Calderón, en la pantalla de mi televisor me provoca irremediablemente un profundo cansancio. No cabe duda alguna: Calderón se ha transformado en el símbolo vivo del individuo cansino al repetir ad nauseam, en cuanto tiene un micrófono ante él, las supuestas bondades de su estrategia contra las drogas.

El pasado 10 de mayo, la administración estadounidense presidida por Barack Obama presentó (¡por fin!) una estrategia para el control de las drogas que, en vez de centrarse en la persecución policiaca del tráfico, ha puesto el acento en la atención médica sobre las adicciones. Dicho en otros términos, el nuevo enfoque estadounidense sobre la cuestión de las drogas está focalizado en la salud, no en la seguridad pública. Este giro en la percepción pública del fenómeno no es en absoluto improvisado, sino que responde a una progresiva concienciación sobre el fracaso de las políticas prohibicionistas. De hecho, California podría convertirse en noviembre en el primer estado de los Estados Unidos en legalizar la venta y posesión de la marihuana. Los activistas a favor de la legalización esperan que, de ser positivo el resultado, sea la vanguardia de un movimiento nacional. A la fecha, catorce estados ya la han legalizado para uso medicinal, pero sólo California tiene dispensadores y promueve la venta.

Ajeno a este cambio de orientación en las ideologías penales relativas al tráfico y consumo de drogas (que no se circunscribe a los Estados Unidos, sino que alcanza también a la Unión Europea), Calderón insiste en emular a John Wayne a costa de las vidas ajenas. En una entrevista concedida al diario español El País el día 14 de mayo, el presidente cansino apuntaba con relación a su particular guerra contra el narcotráfico lo siguiente:

P. ¿Cómo explica que, a pesar de la guerra contra el crimen organizado, el narcotráfico siga teniendo tanta fuerza?

R. Si hubiéramos enfrentado antes a las mafias, cuando el problema empezó a surgir, ya lo habríamos resuelto. Pero se le dejó crecer con un falso concepto de tolerancia, de arreglos implícitos -como algunos asesores del presidente Vicente Fox han sugerido- y precisamente por abrirles la puerta y dejarlos entrar a diversas zonas y territorios del país se apoderaron de buena parte de su estructura social, e incluso institucional. Además, desde que en 2004 desaparece en EE UU la prohibición de venta de armas de asalto, creció de manera muy importante el poder bélico de los carteles. Lo cual lleva a mayor poder de confrontación con otros carteles y con las autoridades. Nosotros hemos decomisado en tres años algo así como 75.000 armas, de los cuales más de 40.000 son rifles de asalto, unas 5.000 granadas, ocho millones de cartuchos, lanzamisiles, un arsenal capaz de armar a un Ejército.

P. Cuando inició su guerra contra el crimen, ¿sospechaba que tenía tanto poder?

R. No había una idea precisa de las dimensiones, pero sí había una certeza de la peligrosidad y de la imperiosa necesidad de cortar esa ola expansiva. El cáncer estaba ahí y, a medida que lo hemos enfrentado, hemos visto la dimensión que tiene. Ese proceso se vio en otros países, sólo que en Colombia se llevó muchísimo tiempo e igualmente generó una gran cantidad de muertos. Pero no se puede medir el éxito o el fracaso por el sólo número de muertes. El número de muertes lo que refleja es la intensidad del problema.

P. ¿Y hay una fecha para terminar esta guerra?

R. Para mí va a ser una batalla muy larga y muy cruenta. Va a implicar mucho tiempo, mucho dinero y, por desgracia, va a implicar, muchas vidas humanas. Pero es una batalla que hay que librar y que unidos vamos a ganar.
Caray. Una batalla muy larga y muy cruenta. Palabras dignas de escucharse en labios de Gandalf, el bravo hechicero de The Lord of the Rings, para referirse a Sauron (el Señor Oscuro que habita en Mordor) y sus secuaces. Pero México no es la Tierra Media, ni el presidente cansino tiene la sabiduría de Gandalf el Gris (ulteriormente conocido como el Blanco). Una vez más, Calderón parece haber olvidado un principio fundamental de legitimación de los órdenes jurídicos liberales: a su interior, el Estado de Derecho no conoce enemigos, sino ciudadanos. Algunos obedecen las leyes, otros optan por infringirlas. En este segundo caso, a la violencia del delito debe oponerse la fuerza del Derecho. Conferir a los delincuentes la calidad de enemigos en una guerra los coloca al mismo nivel que el Estado y, por supuesto, el Derecho que éste debe salvaguardar. La fuerza no hace derecho, habremos de repetir con J. J. Rousseau: la legitimidad del Estado mexicano no reside en las bayonetas de los soldados, sino en la razón que las formas democráticas y los derechos humanos confieren (o, mejor dicho, deberían conferir) a sus instituciones. El poder de las bandas de ladrones reside en las pistolas que enarbolan: es una pena que el Estado mexicano, en vez de destinar sus esfuerzos a promover la salud de sus ciudadanos y disuadir del consumo de drogas mediante la educación, haya optado por la legitimación fácil del forajido, entre el hierro y la pólvora.

Una avispa busca en vano una vía de acceso a mi habitación. Una y otra vez choca contra el cristal cerrado de mi ventana. A las espaldas del infeliz insecto, la soleada mañana se extiende en infinidad de colores y embriagadores aromas. Yo pienso en México y su presidente cansino, y una abrumadora tristeza me invade...

1 comentario:

  1. Luis felicidades por tu blog.

    Si que es abrumadora la tristeza por nuestro México. Ya ves, la cosecha de todos esos años atrás donde se construyó el monstruo, fuera y dentro del gobierno, ahora será inútil pensar en atacarlo sin manchar nada. No hay derecho, para los mismos, los de siempre.
    Saludos.

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